- Una persona responsable y participativa, que asuma su propia identidad y que la ponga al servicio de la familia, el Colegio, la Iglesia, la Sociedad.
- Una persona libre, capaz de desenvolverse por sí misma, de ir eligiendo aquello que más la realiza como persona, que tiene un proyecto personal y se compromete con él.
- Una persona con sentido crítico, capaz de discernir, en coherencia con el proyecto de vida cristiana, los acontecimientos, las realidades sociales e históricas.
- Una persona creativa, abierta al cambio y con capacidad de transformación de la realidad.
- Una persona alegre, con alegría profunda del que ha descubierto el sentido de su vida, del que se siente en paz consigo mismo, con los demás y con Dios, y se pone al servicio de los demás.
- Una persona solidaria, tolerante y fraterna, que acoge a los demás con sencillez y cercanía, que colabora y se integra en los proyectos grupales, que aporta algo al mundo en que vivimos; una persona que se comunica, que respeta a cada persona por su dignidad de hijo de Dios, que trabaja y se compromete con la justicia y la solidaridad, especialmente con los más necesitados.
- Una persona formada integralmente, que ha asimilado crítica y sistemáticamente la cultura de su tiempo a la luz de la fe; que se ha preparado profesionalmente para ser útil en la sociedad; que ha desarrollado su persona en totalidad.
- Una persona abierta a la trascendencia, que ha descubierto la fe como un elemento integrante de su vida, que ha tenido la experiencia del encuentro personal con Cristo y se compromete desde ahí en su proyecto liberador del Reino y lo hace en la Comunidad Cristiana.
Autonomía
Tendremos que proporcionarles un bagaje, una “mochila interior” provista de aquellos elementos que dan solidez a la persona. Las capacidades básicas que deberán ir en esa mochila son: interioridad, relación humana sana, fortaleza, resistencia, gratuidad, libertad, capacidad de elección…
Creatividad
Hablamos de tener iniciativa más allá del mimetismo, del siempre se ha hecho así y seguimos repitiendo el modelo; de la acomodación a lo convencional, del conformismo gregario. Hablamos de la capacidad de crear, de dar respuestas nuevas y originales ante situaciones y problemas que acontecen.
Esta iniciativa no podrá llevarse a cabo, realizarse sin colaboración, a nuestros alumnos les hará falta trabajar con otros, no adueñarse de sus logros y compartirlos, ser capaces de ver otras perspectivas más allá de las individuales para llegar a visiones más universales y más compartidas.
Educar en autonomía, compromiso y creatividad aporta un bagaje profundamente humano y por eso es a la vez profundamente cristiano.
Compromiso
El punto de partida de esta educación para el compromiso debería ser el agradecimiento. Caer en la cuenta de que hemos recibido mucho y esto que tenemos lo compartimos. La conciencia de todo lo que hemos recibido nos ayuda a descubrir que otros carecen de todo eso. Y esto alimenta el deseo de dar, de compartir, de comprometerse con los otros.
El mensaje cristiano toma como referencia a Jesús, modelo de persona comprometida…
El compromiso nace de dentro o no es auténtico, si nace desde fuera sólo es un deber. Hemos traducido muchas veces este compromiso como solidaridad; en otros contextos se habla de la promoción de la justicia; en nuestro modo propio de educar se habla de “educar para la fraternidad”.
El compromiso es también coherencia con los principios y los valores en los que se fundamenta su vida. En una sociedad falta de ética, de respeto a los grandes ideales, donde cada uno busca el propio bienestar e interés, aún a costa de los demás, es necesario ayudarles a descubrir: la felicidad en la coherencia y el respeto personal a uno mismo, la honradez, el valor de la palabra dada… para que esto sea guía y manual de ruta.